jueves

Autoflagelación



Y  llegó el momento que más temía. Más que hablar con un desconocido y mas que intentar definirme .El momento donde tendría que exponerme ante el mundo, mostrar mi vulnerabilidad, dejar de lado la coraza y mostrarme tal cual soy, lo cual es un sentimiento bastante desagradable para mi cuerpo y que rechaza con fervor.
Mostrar un lado tuyo, tan personal, tan especial a personas que conoces hace un par de meses es bastante difícil… por lo menos para mí. Encuentro que es regalarle el camino fácil a estas personas para llegar a conocerte, sin siquiera el mínimo esfuerzo de intentar conocerte por interés de aquellos mismos. A pesar de todo, tenía que hacerlo, ya que me cuestioné el hecho de que si otra gente desnudaba su interior frente a mi ¿Qué me hacía a mi tan especial para no hacerlo? 

Buscar un objeto que sea preciado y que tenga un valor incalculable, también fue una tarea difícil. Fui criada sin ningún apego a lo material, me enseñaron que no hay que aferrarse a las pertenencias de uno y que las cosas, si fueron importantes, volverán pero de forma distinta. 

 Pensé bastante, bastante en mi objeto. ¿Mi cajita de recuerdos? Demasiado pesada y grande. ¿Alguna joya familiar? No tenían ningún valor sentimental más que el recuerdo de su entrega. Pensé en sacar algo de mi caja de los recuerdos y hurgué, hurgué y hurgué y llegue a la conclusión de que ningún objeto por si solo podría expresar lo que esa caja de pandora personal representaba. 
11.00 de la noche del día anterior y aun no tenia absolutamente nada. Me sentí inútil, frustrada y enojada y cuando estaba a punto de rendirme, encontré un estuche pequeño, con un color azul que atraía a cualquier desinteresado. Sabía lo que era. Dentro se encontraba un anillo. Simple. Plateado. Con una inscripción. Lo vi y pensé “Bueno, este es el único objeto que logra abarcar todo lo que sentimos en algún momento” 




Cuando me llego la hora de sufrir un estallido emocional inevitable, estaba totalmente asqueada. Asqueada por la próxima exposición, asqueada de tener que hablar de él y lo que representaba para mi, asqueada por el sentimiento de nostalgia infinita que me recorría el cuerpo al sostener tan minúsculo objeto y asqueada por los sentimientos contradictorios que me azotaban con un millón de látigos del pasado. 
Fuck. Tenía que trabajar y todavía no me tocaba y debía irme. Tímidamente levante mi mano para lanzarme por voluntad propia al infierno y fue cuando me abofeteó. Más de 40 pares de ojos dirigían la mirada a aquella persona situada en el “circulo de la muerte” haciendo un escrutinio sinvergüenza de su postura, su forma de hablar y sobretodo de lo que decía. 

Temblorosa me dispuse a vomitar sentimientos. Resultó corto  y sincero, dulce a mi paladar y amargo para mi corazón. 
Le entregué simbólicamente mi objeto a la Jazni y procedí a retirarme de ese salón con tristeza cegadora, palpitante vergüenza e intentando borrar de mi mente la autoflagelación que cometí.

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