jueves

Entre ruidos y música



Sonido. Propagación de ondas elásticas. Un ruido. Una melodía. Un grito. Un silencio. En este caso, expresión de lo que tus ojos y tu boca no pueden expresar. Entre a la sala con una guitarra que ha sentido lo peor y lo mejor de mí y con la excitación creciente que tenía por esta clase. 

Ceremoniosamente pusimos nuestros instrumentos en el centro de la habitación. Algunos se mostraban desnudos  recostados en su máximo esplendor, otros, tímidos protegidos con una funda o un plástico esperando que algún mortal fuera digno de desvestirlos. Creamos un círculo de protección por fuera de ellos, mirándolos con inquietud, preguntándonos que sería lo siguiente, mirando objetos extraños y otros demasiado familiares.  
Para hacer más curioso la actividad, nos pidieron elegir el objeto que más nos llamara la atención. Rescaté un pequeño instrumento de cuerda en su funda. Un charango. Era bastante hermoso, con unos detalles que lo hacían único. Nunca lo había tocado, y me tenía bastante intimidada con su belleza y sus cinco pares de cuerdas sin la más remota idea de cómo hacer un acorde, pero he ahí el desafío que representaba para mí. Me presenté a el pasando los dedos por sus cuerdas y el se presentó a mi emitiendo agudas notas. 



Después del encuentro de humano-instrumento, se proyectaron colores y palabras significativas,  donde cada uno debía tocar e interpretar el sentimiento que causaban los colores en ti y las sensaciones que producían las palabras. Simplemente me dejé llevar, por el primer sentimiento que luchaba y noqueaba a los otros y salía primero. Así fue como exprese mi rabia con gran efusividad sacando todas las notas posibles del símil de una guitarra, la palabra compartir con un sonido que me causaba gracia, la felicidad del amarillo con notas vivaces y melancólicas melodías producto de la tristeza. 
No fui la única que se absorbió por las notas que salían de nuestros objetos ni tampoco la única a la que le causó horror el ruido que formaron las melodías que se juntaron y explotaron en un intento de suicidio masivo de la música. Ludwig estaría indignado con el caos de ese jueves. 

A continuación se nos pidió juntarnos en grupos, vientos con vientos, cuerdas con cuerdas, percusión con percusión, etc. Y crear una melodía AGRADABLE y armoniosa totalmente inventada por nosotros y luego presentarla. Entre juego y juego, creamos algo dulce y tranquilo. 
Y así fueron saliendo cada grupo, deleitándonos con sus improvisación, el de las cuerdas fue tranquilo, algunos eran graciosos, otros bastante movidos y creativos. Finalmente los seleccionados por el dedo mágico de la profesora, debían decir lo que la clase representó para ellos. Salieron palabras como alegría, desafío, música y compartir, palabras significativas que en conjunto representó perfectamente lo que acaba de ocurrir en la sala de clases. 

Mi palabra fue liberación, ya que constantemente deseo expresar de otra forma que no sean las palabras lo que siento. Salí liviana, mas libre y hasta mas feliz y sentí que mi guitarra estaba en sintonía conmigo.

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