La clase comenzó con una mujer menuda e histérica dando
instrucciones de cortar un pliego de papel estúpidamente grande en cuadros más
pequeños. Con Felipe apretamos los cachetes y nos dispusimos a realizar la
tarea rápidamente antes de que a nuestra profesora le diera un ataque de mega
histrionismo severo irreversible. El siguiente paso era dibujar nuestra
silueta, las cuales salieron bastante deformes. Luego nos dispusimos a escribir
acciones significativas que realizábamos con elementos de nuestra cara.
Sonreír, examinar, expresar, etc.
La verdad es que no entendí mucho esa actividad y el
significado o la intención que se quería demostrar, en fin. Acto seguido me
dedique a enrollar mi deforme silueta y dejarla a un lado, para el
acontecimiento más importante. Máscaras. El arte de plasmar tu rostro con todas
sus imperfecciones en un pedazo de yeso frío, extrayendo parte de tu alma
dejando un rostro sin vida y acompañado por una mueca que quedaría permanente e
inamovible.
Como ya tenía una experiencia previa me dediqué a esculpir
la cara de Pablete, una tarea con un nivel de dificultad elevado ya que su cara
estaba dominada por pseudo barba y pseudo bigote, además de una melena digna de
comercial de head & shoulders. Y tomando los pedazos previamente recortados
y humedeciéndolos en agua, comenzó la acción.
Resultó que este personaje
peculiar se quedo inusualmente dormido bajo el frío y húmedo yeso, lo cual me
produjo bastante gracia, pero me ayudó bastante su petrificación momentánea para
hacer una máscara sin boca. Como dije su cara estaba dominada y la vaselina no
pudo con ella. Lo bueno también es que solo le arranqué un par de pelos que
seguramente no extrañará.
En el momento de recostarme en la
mesa con un leve muy leve parecido a un pabellón, me entraron las ganas de reír
sin razón. A mi lado de nuevo, estaba la Dani y creo que las dos sentimos la
alarma inminente. Pablo nos iba a deleitar con su humor absurdo e
inevitablemente reiríamos y arruinaríamos la seriedad de la máscara.
Me llené de la viscosa vaselina y
mi tocaya realizo el trabajo pesado. Me armé de valor y concentré toda mi energía
para no escuchar las palabras que salían de la boca de mi peludo amigo. Obviamente fallé, me reí mucho y escuchar la risa de mi
acompañante recostada también hacía efectos. Finalmente recobré la compostura y
pude abstraerme un rato.
Sacarme la máscara ya seca fue un
momento de real tortura. La pelusas que tenía fueron las elegidas para sufrir
una depilación gratis. Creo que no me eché suficiente vaselina o mi compañera
puso yeso en los lugares inadecuados. Al final cualquier cosa que haya causado
la falla, me produjo un dolor enorme.
Me di cuenta que mi cara es
desproporcionalmente pequeña y donde los vellos extraídos se quedaron pegados
en el Neanderthal que veía en mis manos. Un toque de realismo.
Finalmente con gran irritación en las partes
injustamente depiladas, me fui de luto hacia el refugio de mi cama.
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